Uno para todos, todos para uno.


Esa mañana había caído en el suelo, sin que nadie lo notase, un papelito. Cerca estaba una colilla de cigarro aplastada y un vaso cuyo interior ocupaba un hielo a medio derretir. Unos minutos después, un grupo de niños que salía del colegio pasó cerca de allí y lanzaron varios montoncitos de papeles, restos de sacapuntas en un envase, una servilleta que había envuelto una grasienta empanada y una lata de refresco.

Al final del día, lo que parecía una inocente reunión de desechos se tornó en una amenazante montaña rodeada de moscas que desplegaban sus alas plateadas, zumbando en la felicidad de la basura. Algo así parece que podemos ver cada día, para después quejarnos de que no limpian nuestra ciudad. Se trata de un problema común con una solución más sencilla de lo que aparenta.

Para poder remediarlo podríamos realizar una gran jornada de limpieza de la ciudad. La colaboración entre los ciudadanos hará que podamos preocuparnos más por nuestro aseo, y especialmente, por el mantenimiento de la limpieza. El recurso del reciclaje puede ser una opción de apoyo, pero necesitaremos el recurso de un buen liderazgo para iniciarlo.

No se tata de una idea imposible. Ya otros estados, como Nueva Esparta, realizan largas jornadas de una semana o dos para rescatar lo que se considera abandonado y sólo necesita una pequeña reparación. Una vez realizado esto, generaremos conciencia plena  de nuestras acciones y en el futuro lo pensaremos mejor antes de dejar caer un papelito al suelo.


Miguel Urbaneja Coronado